Jueves, 17 de marzo

UNDÉCIMA ESTACIÓN: Jesús es clavado en la cruz

“Jesús le respondió, ‘En verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso.’” (Lucas 23,43)

Todos hemos estado ahí—atrapados en una situación que parecía imposible, abrumados, tal vez, por las cargas financieras, las obligaciones familiares y las opiniones de los demás. A todos nos han clavado en la cruz. Y a menudo se siente como si hemos llegado al final; no podemos movernos, no podemos maniobrar nuestra salida de esta situación sombría. Nos han dejado solos a la deriva.

Esta es una parte de la experiencia humana por la que todos pasamos, sin importar nuestra riqueza, nuestra nacionalidad o nuestras experiencias pasadas.  Jesús lo sabe, y nunca se da por vencido con nosotros. Incluso al ladrón con el que fue crucificado se le dio la oportunidad de ser mejor.

Y si Jesús nos ofrece estas segundas, terceras, o enésimas oportunidades, ¿entonces qué debemos ofrecer a nuestro prójimo? Pensamos en Vaviroa y su familia en Madagascar. Aquí está una mujer capaz, una agricultora exitosa. Y sin embargo, circunstancias fuera de su control— ¡un ciclón! —destruyen su parcela. Lo único que necesita es una mano amiga, un puñado de semillas, para evitar la cruz del hambre. No corresponde a nosotros juzgar, sermonear o retener; nos corresponde ayudar.

Con oración, teniendo en cuenta la historia de Vaviroa, nos preguntamos: ¿Qué podemos hacer para ayudar a otros bajar de las cruces del hambre, la falta de vivienda o la enfermedad?