Lunes, 22 de febrero

DOCTRINA SOCIAL CATÓLICA: Derechos y deberes

“Por tanto, quienes, al reivindicar sus derechos, olvidan por completo sus deberes o no les dan la importancia debida, se asemejan a los que derriban con una mano lo que con la otra construyen.”

—San Juan XXIII, Pacem in Terris, # 30 (Paz en la Tierra)

¿Qué viene a la mente cuando se mencionan los “derechos”? Tal vez pensamos en los derechos humanos y aquellos elementos básicos necesarios para vivir—comida, agua, refugio. O el derecho a un salario justo, a la igualdad de trato en el lugar de trabajo y de conformidad con la ley. Tal vez esas famosas palabras de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos vienen a la mente: “vida, libertad y la búsqueda de la felicidad.”

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, adoptada por las Naciones Unidas, declara “En tanto que el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana es el fundamento de la libertad, la justicia y la paz en el mundo.” En el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, San Juan Pablo II llamó la declaración “un verdadero hito en el camino del progreso moral de la humanidad”. Y lo es. Pero la doctrina social católica nos advierte que “los derechos humanos deben ser defendidos no sólo individualmente, sino como un todo: su protección sólo parcialmente implicaría una especie de falta de reconocimiento de ellos.”

Claramente, estamos llamados a vivir—y actuar—en comunidad, recordando que somos una sola familia humana universal. Haríamos bien en recordar que estos derechos se derivan de nuestra dignidad humana, que son inherentes en lo que somos como personas creadas a imagen de Dios—el “Imago Dei”—y no deben ser violados, independientemente de las estructuras sociales o políticas.

Con este desafío en mente, debemos preguntarnos: ¿cómo ejercemos nuestra responsabilidad de proteger no sólo nuestros propios derechos, sino los de los demás?