Sábado, 19 de marzo

DUODÉCIMA ESTACIÓN: Jesús muere en la cruz

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mateo 27,46)

Según los estándares humanos, la crucifixión y muerte de Jesús son el fracaso final. Los miembros de la comunidad judía habían esperado tanto tiempo por el Mesías, habían puesto su fe y esperanza en un hombre que creían había venido a liberarlos, y sufrió una muerte horrible. Fue un devastador momento final, y muchos de los amigos de Jesús ya habían huido de la escena, abandonando la esperanza en un futuro mejor.

Es algo bueno que la crucifixión y muerte de Jesús no deben ser juzgadas de acuerdo a los criterios humanos.

Más bien, lo que vemos como un fracaso, Dios lo transforma en una victoria. Donde vemos nada más que desesperación y devastación, Dios obra de manera sorprendente y espectacular. Cuando pensamos en las difíciles situaciones que enfrentan muchos en nuestro mundo, fácilmente podríamos desalentarnos; pero nuestro Dios es nuestra esperanza, y él quiere que todos trabajemos juntos para construir un mundo de paz y justicia.

¿De qué manera esta perspectiva de Pascua inspira nuestro trabajo en situaciones aparentemente fallidas y sin esperanza? ¿Cómo quiere Dios que contemplemos los problemas como la pobreza, los desastres naturales y el deterioro ambiental—de acuerdo a los estándares humanos, o algo más esperanzador?